Mira, cómo se me pone la piel, cada vez que me acuerdo,
Que eres mi vecina casada, y sin embargo, te quiero,
Entre tu casa y mi casa hay una pared de silencio,
Que guarda nuestro secreto, para decirte en un grito:
Que te quiero, y no me puedes mira de frente,
Y son dos centinelas los ojitos de mi amante,
Arde en mi boca tus besos, que me bendigan tus versos,
Para amarrar en tu corazón, la palabra que dije, te adoro.
Quererte constante y sumiso, antes que llegue tu olvido,
Hecho solamente voz, aunque tu nombre y el mío,
Lo pisoteen por el suelo, ¡Ay, qué alegría y qué pena!
Quererte como te quiero Y tus pies fingiendo el paso,
Con la pureza de un copo de nieve, te comparo;
de la cabeza a los pié, te revistó de piropos.
Están cantando las ranas. Y mientras que tú cantabas,
yo, inocente me pensé que nos casaba la luna.
Mas como es rico tu sueño, te regalo esta profecía:
tú, por la noche, entre sueños soñarás que me querías,
Yo sé que no estoy soñando; pero allá en la madrugada,
cuando todos duermen, yo estaré sufriendo por mi amada.
Copyright © 2010 - Ramiro Alvarez Cedeño.