_¡Oh, corte celestial! ¡Oh, tierra! basta no al infierno, corazón calma mí horror, con fuerza sostenedme nervios míos, no me envejezcais, ¡Oh, Dios, como arde este silencio ya no hayo donde buscar, donde escuchar, donde mirar.
_Extraviada ando sin rumbo, las venas se me encogen, el llanto galopa dentro de mí ser, las partituras que oígo, no son las que emanastes en la dulce melodía que me hacías encender.
_La huerta es mi testigo, de los goces que mí cuerpo destiló, más no alcanzo a comprender, los cerezos que fueron como estrellas que bajastes a mís pies, reflejándome en ellos el amor que me hicistes florecer.
_Si brillabas antes, porque ahora te quieres oscurecer, no tardes alma mía, no quiero que anochezca sin antes ver el amanecer.