¡QUÉ CLARA LA PALABRA!
¡Qué clara la palabra sobre la tinta!;
es más clara
que la tinta sobre la sangre,
que la sangre sobre la clepsidra, que la clepsidra sobre el agua,
que el agua sobre la vida, que la vida sobre tu mirada,
que tu mirada sobre la de Dios,
que la mirada de Dios sobre la de Dios.
¡Qué bella la mirada de Dios sobre la de Dios!;
es más bella
que la mirada de Dios sobre la tuya,
que tu mirada sobre la vida,
que la vida sobre el agua,
que el agua sobre la clepsidra,
que la clepsidra sobre la sangre,
que la sangre sobre la tinta,
que la tinta sobre la palabra.
¡Cuanto más oscura más bella!;
¡cuanto más bella más esquiva!;
¡cuanto esquiva más viva!;
¡cuanto más viva más me mata!;
¡cuanto más me mata más aviva la llama
de mi alma!.
Pero seguiré buscándote, mi “étoile filante”.
Dejaré que el crepitar de la palabra inane, oh esquiva,
te cace con su lengua de fuego inquieta.
Seguiré buscándote, quemando tus lágrimas de clepsidra, evaporando las horas sobre el agua
sobre la vida
Y, cuando te alcance, oh bella,
dejaré que en mi palabra vivas.
¡Qué clara será entonces la mirada de Dios sobre la de Dios!;
Será más clara
que la mirada de Dios sobre la tuya,
que tu mirada sobre la vida,
que la vida sobre el agua,
que el agua sobre la clepsidra,
que la clepsidra sobre la sangre,
que la sangre sobre la tinta,
que la tinta sobre palabra,
que la palabra sobre la llama
de mi alma.