El triunfo y la paz

Amor mio, de pronto es media noche y pienso en aquel niño a quien los hombres le cortaron las alas.  Pienso en esos ojos cegados por la nada en el derecho que aquel niño tuvo de respirar la vida, de oler el corazón de la primavera, o de lejana estrella, de tocar con sus manitas la ternura de un petalo desnudo, de beber el lenguaje de la brisa que es idioma de los angeles o de sentir el susurru de la lluvia de algunas madrugadas en tu vientre. Me duelen los sufrimientos de todos los huerfanos del mundo, todos los inocentes de la tierra. En tu lagrima siento el infinito herido como un pajaro. Sencillamente un niño vale mas que todos los misiles que todo el oro y el petrolio juntos que todos los afanes de poder de los reyes y tronos. Pero siento amor mio que aquel niño difunto por la guerra por el hongo terrible de la muerte que rompio con el estruendo su morada, tuvo en sus ojos una luz divina que las guerras no pueden derrotar. Por que esa luz es la hermandad de auroras y fue la santidad en sus pupilas la luz que es evangelio de tu vientre y es la verdad, la vida. Aquel niño tan carne de nosotros, cúal carne de nosotros las estrellas y las flores el mar hambriento del derecho de vivir tuvo en us ojos una luz que un dia sera el triunfo y la paz.

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