En mi perdido paraíso, también hay ocaso.
La flecha seguirá hasta el destino final,
trazó por donde voy, pero ahora ya me canso.
Es el fin del festín y también de mi oda pasional.
A pesar del agua en el jarrón, mueren las flores,
están caída y mustia, que acrecienta mi pena,
al verse triste y marcitas sin brillos ni colores,
todas me reclaman, hasta la selvática azucena.
Consiente soy que nada es siempre ni imperecedero,
así rige el universo, matando va toda soberbia.
La muerte, la otra flecha señala el paradero
de los sueños de ayer, ahora es tumba sombría.
Tu desamor no es menos lastimero que mi soledad.
Esta nuestra historia contada en un segundo,
se refleja en letras, enuncia mi eventual verdad.
Sin tu prado de belleza, que se acabe el mundo.