Se han abierto los pétalos naranja
que rasgan el azul entre reflejos
de un mar nervioso, de turquesa y viejo,
que yace adormecido en una franja,
cuando nace en salobre el rey del día
que yergue y despereza lentamente
su candela como un ojo omnipotente
desterrando la noche ya baldía.
Nace el ruido de restos acallados,
que se arrulla en el nuevo amanecer,
despereza retazos de un querer
en el día que nace ensangrentado,
deshecho entre torundas de algodón
colgadas de infinita inmensidad,
jirones de naciente claridad
que mecen, de tisú, ese cordón.