Los níscalos que habitan, siempre bellos,
En tu melena, envuelta en oro hermoso,
Turbar mi calma saben, mi reposo,
Rojizos entre venas y cabellos.
Irradian fuego y arden sus destellos,
Relámpagos de luz que, procelosos,
Al cielo corren, vuelan tormentosos,
Quemando su belleza al verse en ellos.
Cabriolas al azar, su lumbre es hija
Del fuego de artificio que, con gana,
Adora al pelirrojo con colores.
Trigueña no, mas rubia, si prolija,
Tal vez aurora bella en la mañana,
Temor me dan tus altos resplandores.
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