Divina compañia que haces mis días
vivibles,
que acompañas mi vida, mi poesía, y
mi pasión,
soledad, que devoras con sutiles garras
al fragil Eros, igual a la divina Venus
en un acto de compasión.
Ten piedad de esta pluma que escribe con sangre,
la desgracia de un ser que quizo, y no tuvo suerte,
el dolor de haber sentido la traición, y la pena
de sentir envidia ajena, por la mano que la raptó,
como soledad safarme de tus lazos,
si desde el día en que se fué, me has tendido tus brazos en cruel abrazo?, que desde entonces siento como un apoyo, y en dulce sueño como un abrigo,
y el calor de lo que fué mi nido,
no dejarme te pido.