En la mísera habitación de un burdel, la anciana, apenas si tiene una mueca en el rostro, ya no ríe, el cuerpo enfermo tirado en el lecho, sin perfumes, maquillajes, ornamentos; las damas de honor, compañeras, vienen y van en silencio, en la carterita una estampa de la virgen, un jabón y un preservativo, un rosario de cuentas, en el fondo la muerte. No hay amantes esta noche, no han retornado los generales, el gobernante sigiloso, el médico o el abogado, ni aún el sacerdote, no ha venido a la cita el barrio luego de la faena, solo esta la anciana, hoy tendrá sexo con la muerte. El chulo tal vez llore ante el féretro, las damas de honor muy solitarias con manojos de jasminez a la puerta, estarán esperando unos minutos luego del pago de la muerte, entonces la anciana prostituta hara el amor una vez más pero esta vez para siempre.