Un mozo a su moza requebraba
Y como es pertinente en este caso,
La inundaba de votos y le hablaba,
Con palabras tan suaves como el raso,
Que a la niña de amores mareaba.
Y el mozo en sus ansias de tomarla
La inundaba de tórridas promesas,
Acercando su rostro por besarla
En sus labios jugosos como fresas,
Y jurando perpetuamente amarla.
Si en mis manos estuviese, te daría
Los tesoros del mundo y de los mares;
Llenaría tu frente de azahares,
En tus manos la estrella azul pondría,
Y a tus pies los espacios estelares.
Lloraría y en tus momentos de tristeza,
Te hablaría con susurros de consuelo,
Y al mirar tu ternura y tu belleza,
Tu talle, tus mejillas, tu cabello,
Te daría de mi amor la fiel certeza.
Te hablaría de un límpido venero,
Donde nace el amor y no el dinero,
Una tierra más rica que Eldorado,
Del duende y el elfo placentero,
Donde tejen las hadas su brocado.
Gustarías mi tierna devoción
Y verías como viéndome en tus ojos,
Palpita mi alocado corazón
Y me arrobo contemplando tus sonrojos,
Susurrando a tu oído mi canción.
Mimaría de tu boca la sonrisa,
Que a la risa de un ángel desafía,
Y en la luz de la luna pintaría
En liviano arco iris, tu divisa,
Y en medio, un trono de oro te pondría.