Estos tres años vividos
en la angustia y el dolor
han sido un curso intensivo
que equivale a lo aprendido,
a lo largo de una vida,
en los terrenos tortuosos,
difíciles, tormentosos
e imprecisos del amor.
En un tiempo reducido
he conocido las mieles
de la más cara ilusión,
la dicha que encierra un sueño
largamente alimentado
y casi a punto de logrado,
y el dolor desesperado
de la más cruel decepción.
He llegado hasta las puertas
de la dicha y del consuelo,
he vislumbrado la gloria
en unos ojos de mujer;
he escuchado los sonidos
del más bello paraíso,
después se ha roto el hechizo
en un obscuro anochecer.
Me he graduado como iluso,
idealista y soñador,
me he llenado de rencor
desquiciado por los celos;
he conocido los cielos
y me he hundido en el infierno
de un fracaso sempiterno
y de un ingrato desamor.
Hoy detengo, fatigado,
mis pasos por el sendero
y me reconozco vencido
por una fatalidad.
Con el corazón herido,
escéptico, pesaroso,
reconozco que he perdido
en este tiempo tempestuoso.