Pasean dos gaviotas
en bella formación,
mientras el sol cae
ante mis ojos,
llegando su reflejo
a través de la superficie
del mar hacia mi.
Me retumba un silencio
con el ir y venir de las olas,
viendo caminar a las gentes
por el paseo marítimo,
se enciende la paz
que es lo que siento
en mi corazón ante tan bello atardecer.
El frescor de la tarde,
el amor de mi niña,
el baiben de las olas,
el silencio en mi corazón.
Todo me lleva a una bella
sensualidad que hace
correr mi mano
a la libertad.
Nace el sol,
con sus últimos rayos
extendiendolos en mi cara
mientras nacen palabras
en éste papel,
tan cálidas
como sus brazos ardientes,
que llegan a mi.
Escribo en el papel,
pues es día y noche,
es paz y alegría,
de haber vivido un día,
bajo la sombra del Teide
en la lejanía,
de un bello día
con el amor de más de siete días.
A mi cara llegan los rayos
de la alegría.
Juan Miguel Hernández 09/12/2006