Cuando la noche descalza,
pasa por mi puerta
en procesión penitente,
arrodillada ante el gélido frío
recorre las estancias, mi frente,
el aroma a canela y palo santo
al calor de la cocina, de las manos
la caricia, de la madre laboriosa,
la vela encendida al difunto
la oración, el respeto profundo,
sesgadas rosas que decoran
aquella esquina de luto,
¿que olvidada tristeza?
se posa ante mi puerta
caída, con los pies desnudos,
polvorientos presagios
llevan sus pasos en vueltos,
el halito de los condenados
guarda paciente el tiempo,
en sus profundos féretros.