Amaneció el día a galope, y había música de la relajación.
Ignóvomo, el gran Helio quema el folio de Descartes.
Nada se ha ganado, porque todo está perdido. Sin embargo, vivimos.
Vivimos, igual que la poesía existe y fluye inagotable.
Yo te he visto aquí, me he sentido ligado a ti, inmenso y desconocido,
y a través de la arcaica Selene, en su insuave lactescencia y su piadosa
dulcedumbre, hemos platicado (el mar soñando, velado por la niebla),
y sin embargo, ya no vives. ¡Oh madre, no vives, y yo no puedo olvidarte!