Una diminuta espora
en un campo germinó,
nació linda y pequeñita
con grandes aspiraciones
de convertirse en gran árbol,
para dar cobijo a todos
y ser testigo de las múltiples parejas
que apoyados en su tronco
se entregarían al amor.
Las flores algo envidiosas
por lo bajo le decían,
que jamás tendría su encanto,
ni su aroma ni color.
Mas la tierna y dulce espora,
tenía su corazoncito
rebosando de esperanza,
de amor, ternura e ilusión.
Se convirtió en una ramita,
llena de encanto y color,
se hizo amiga de las flores,
de los pájaros cantores,
de los insectos, reptiles,
del aire, del frío y del calor.
de las noches sin estrellas
y del día nublado ó con sol.
El viento llegó mimoso
cantando bellas canciones,
acarició la ramita
y la acunó con amor.
La rama llena de encanto,
con su alma pura y noble
en árbol se convirtió,
y pudo mirar el mundo
a través de sus grandes hojas,
verdes como la sangre de la esperanza,
tan grandes como nubes de ilusión.
Y pudo hablar con las flores,
con los pájaros, reptiles,
con todo ser soñador.
Todos la querían, mimaban
y la colmaban de amor.
y mientras más vida tuvo,
más vida fue la que dio.
Y los enamorados tallaban
en el tronco del gran árbol
un corazón, encendido
resplandeciente de amor.
Chelo Álvarez
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