El guerrero me busca, parado de frente
a la decisión de la vida y de la muerte,
sus ojos fijos increpan, hostigan, coartan coaccionan, finje valor, y es la cobardía y
la verguenza la que lo hace dudar...
El guerrero oscila, entre el tic-tac inescrupuloso
del reloj de la tarde, chaqueta verde de
dolores ajenos, artesano del verter impiadoso
de lascerantes presagios...
El guerrero padece de humanidad, en cada gesto
de permanencia y hastío, duda, y esa es su
peor virtud, ese segundo lo condena, lo maltrata,
lo asesina...
El guerrero permanece de pie, mira mis ojos,
lo delata la vistosa mancedumbre de un puñado
de lágrimas que se deshacen, se arrodilla, el FAL se cae, en una estrepitosa raigambre de olvidos vanos...
El guerrero me echa la última mirada, su casco se
desintegra en pedazos de astillas fantasiosas, la sangre se disipa entre su frente caliente...
Estoy vivo, cada aire que penetra en mis pulmones lo sabe, lo siente, estoy vivo, a pesar de su muerte...