Mi mujer es esa
que nunca me pidió nada
porque en mí lo tiene todo,
esa que entiende mi modo
de ser, de amar, de sentir;
la que no puede vivir
tranquila si no es conmigo,
la que ha sido fiel testigo
de mis equivocaciones;
la que comparte mis ilusiones
aún sabiendo que son sólo un sueño,
la que me aceptó por dueño
sin ponerme condiciones.
Mi mujer es esa
que me tiene tal paciencia
que redimió a mi conciencia
sin gritos y sin sermones;
la que sembró mi camino
con un mar de bendiciones
en su callada presencia,
haciendo suyo mi destino,
acunando mi cabeza
sobre su falda de lino
y lavándome la tristeza.
Esa es mi fuerza y mi aliento,
mi compañera querida,
mi sombra, mi complemento,
mi espiritual alimento,
¡mi sueño, mi amor, mi vida!-
Eduardo Ritter Bonilla.