El dolor siempre es a la hora de la despedida,
Tantas mujeres besé, cuando no me lo esperaba,
Que al mismo tiempo fueron tímidos y pasivos,
Que desvanecen por el tiempo, y cuando fue el deseo.
Fueron besos de ese momento, paso el tiempo,
Los recuerdo cuando escribo, se que son recuerdo,
Sobre los labios tímido del momento,
De una sonrisa, en el íntimo dialecto,
Que en las almas serena, sólo yo comprendo,
De esos besos que fueron algunos ronroneo,
O relámpagos, y trueno algunos, besos vivo,
Que se quedan latente frontal y directo ya evasivo.
Con qué voracidad busqué lo prodigio,
Besé a tantas, de tantas fui besado,
Una sola me dejó por siempre marcado,
La piel, el alma y todos mis sentimientos.
Mi amor se estrella frente a ella, impaciente,
Te resbalas entre la grietas, de mi mente.
Me sangro de sólo verte y tenerte,
De la sombra del amor que fuiste.
¡Ah, si un corazón mágico tuviera!
Como pudiera pulir la roca, de qué manera.
Y le puse tu nombre y tu apellido.
El alivio reclamo de la vida.
Copyright © 2010 Ramiro Álvarez Cedeño