Al avanzar en la arena muy suave,
que se parece a un susurro del viento,
o a un latido que corta el silencio,
es dulce néctar que llega a mi oído,
y se desliza en las olas del mar.
Abandonado en las sombras un nido,
se haya perdido en la noche sin fin.
ella en su mano protege las crías,
en una especie de lecho las cubre,
es tan sensible el calor que les da.
Es nebulosa la imagen que surge,
cual brisa llega y retorna el anhelo,
ansiosa cierra sus ojos el ave,
para pasar lo más pronto ese transe,
que le permita de nuevo soñar.
Lupecio de Providencia