En esta noche fría y larga, tu recuerdo llueve en mi alma
con la misma intensidad que fuera de mi ventana,
gotas de lluvia golpean, una y otra vez, los cristales de mi vida.
Dentro, mis manos, ya vacías de ti,
tratan de transformar en frases cortas y sutiles,
los ecos falsos de las voces de mi corazón enmudecido;
el que se quedó sin aliento aquella tarde que te vi partir,
hacia el lejano destino que hoy separa nuestras almas.
Sin querer y lentamente, escribo estas líneas que sé, llegarán a ti,
a través de la inmensidad de un océano
que refleja la luz de tu mirada.
Como olvidar tus inmensos ojos color de ese mar,
como olvidar el alba de tu mirar sereno,
como desprender de mis labios, hambrientos hoy de ti,
el caudal de tu boca desembocando en la mía.
La noche canta a través del viento, ya sin cadenas,
la sombra de tu ausencia,
ésa que desgarra los tapices de mi alma esperanzada.
Al seguir escribiendo con mi pluma, ya sin tinta,
el sonar lejano de un relojero,
cuenta constante y pausadamente,
el paso implacable del tiempo,
ése que hoy se levanta como un muro inexpugnable,
como un gendarme impertérrito de tu soledad y la mía.
Fácil, fácil no es saber que mil noches transcurrirán,
entre nuestra avidez de sentimientos.
Afuera, sigue lloviendo pero la calma llegará,
sin embargo, dentro de mi,
no sé cuando cesarán las gotas frías
de tus recuerdos lejanos.
Sólo la esperanza de volver a navegar en tu cuerpo,
tranquiliza mis anhelos encendidos;
para al final de este camino,
besar nuevamente tu vida,
arropar con mis manos tus besos,
y vestir con mis ganas la desnudez de tu cuerpo.
Fácil, fácil tampoco es dejar de escribir,
porque al hacerlo, se desdibuja con la última palabra,
tu reflejo que hoy ha rozado mi alma,
la voz silente de tu vida en la mía
y tus inmensos ojos de mar, mi bella amada.