Nuestros minutos a su fin se apuran,
cada uno desplaza al que ha pasado,
y avanzan todos los lectores en labor seguido,
El nacimiento, por un verso que persiguen.
Surca de paralelas la hermosura,
Se nutre de supremas maravillas.
Y nada existe que mi voz no exacta,
A pesar de mi mano sobre el verso.
Va hacia la madurez y su corona;
combaten con su brillo eclipses pérfidos.
Y en el tiempo su regalo aniquila.
El tiempo orador el juvenil adorno,
Que en la fuga te arrastran al extremo.
De violar obligado, a mi mente tu hermosura;
No sólo sufro porque la posees,
Más hondo es mi dolor, porque no soy suyo.
Así disculpo a mi corazón amante:
Que aunque puedo ser padre,
Yo soy como un poeta.
Me siento satisfecho cuando engendro un verso.
Veo mejor si cierro más los ojos.
que el día entero ven lo indiferente;
Y brillantes se guían en lo oscuro.
Tú, cuya sombra lo sombrío aclara,
¡Qué luz diera la forma de tu sombra,
al claro día por tu luz más clara!
¡Ay, qué felicidad! para mis ojos,
si te miraran en el día vivo,
ya que en la noche muerta, miro,
Ciego, los días noches son, si no te veo,
Copyright © 2010 - Ramiro Álvarez Cedeño.