En el frio invierno de la mañana,
en el hogar desierto, prendo el fuego,
trato de levantar la persiana luego.
El día se despierta, está en la ventana.
Estoy encerrado y hay sendas abiertas
que recorrer, están esperando mis pasos,
también tengo mis sueños en retrasos,
pero en mí, la voluntad está muerta.
Yo también estoy desierto y sin llama.
Cuando menos hago más deseo descansar,
la maleza de la ventana ya debía sacar,
también debo recortar algunas ramas.
Esta paz desagradable me condena.
Sin perspectiva se mueren los sueños,
no hay razón para ni un nuevo empeño.
No puedo liberarme de esta cadena.
La cárcel son todos sus recuerdos,
su fantasma en la noche me reclama,
cuando apena dormito ella me llama.
Es real, a pesar que parezca absurdo.
Nuestros sueños proyectamos prolongar,
con capullos de nuestra propia vida,
pero el cruel destino profunda herida
abre, en el seno de nuestro propio hogar.