A veces "perdemos piso",
perdemos la perspectiva
y rozamos otros caminos
en una senda prohibida
en la que nadie, en su juicio,
se atrevería a incursionar.
Rita era joven, y audaz;
muy segura de sí misma,
desenvuelta, independiente,
era una joven valiente
pero, también, imprudente
y hay límites que la gente
no debe cruzar jamás.
Chica precoz en el sexo,
demasiado liberal,
con dos padres complacientes
que veían "cosa normal"
sus trasnochadas frecuentes;
pronto cayó en el exceso
de una ruta peligrosa,
en su actividad sexual.
Aburrida en la rutina,
cansada de "chicos bobos"
que no la satisfacían,
comenzó a buscar los lobos
y lo que estos le ofrecían,
frecuentando extraños sitios
de mala reputación.
En el sub-mundo del vicio
y de los nocturnos placeres,
la droga y pornografía,
se ve tanta porquería;
ahí se trata a las mujeres
como simple mercancía,
en el obscuro precipicio
de una cruel explotación.
Una aciaga madrugada
sonó el teléfono en casa,
su madre, malhumorada,
fue a contestar la llamada;
era desde un hospital:
su hija estaba internada,
al parecer, fue violada
en una forma brutal.
Le pidieron darse prisa,
pues se encontraba muy mal.
Cuando llegaron a verla
ya fue demasiado tarde:
falleció minutos antes,
víctima de las lesiones
que, en su afán de emociones,
recibiera horas atrás.
Sus padres no comprendían,
abrumados por la pena,
cómo "una chica tan buena"
pudiera acabar así.
Lo cierto es que sus andanzas
por sitios inconvenientes
y sus ansias imprudentes
la llevaron hasta ahí.
Su triste historia nos deja,
en medio de la tragedia,
una sabia moraleja:
Antes de aventurarte
por una ruta sin freno
con el ánimo imprudente,
mujer joven y bonita,
detente y recapacita
con espíritu sereno;
que lo que le pasó a Rita,
si eres igual de inconsciente,
desafortunadamente,
pudiera pasarte a tí.-
Eduardo Ritter Bonilla.