Hay un famoso castillo en Zamora
con gárgolas, un foso y barbacanas,
y una Infanta que todas las mananas,
deambulando por el castillo, llora.
Dicen que su figura es tan hermosa
que la luna desciende hasta el castillo
para que con su extraordinario brillo
la infanta sea más bella y dichosa.
Amores clandestinos del pasado
que aún la Infanta evoca con tanto amor,
llorando por la noche, alrededor
de las murallas que fueron su amparo.
Son amores de una época pasada
que el tiempo custodia con su sencillo
recuerdo, que la Infanta por el castillo
deambula, evocando su leyenda amada.
Por su rostro inerte y desfigurado
caen lágrimas de nostalgia y amor
recordando aquél bravo campeador
Rodrigo Díaz de Vivar, su amado.
Y cuando llega la noche, volando
peregrina por el castillo aojado
en busca de aquél que fuera su amado
para aquietar su nostalgia y su llanto.