Me recuerdo
en aquel lugar
sentado en una mesa
esperando a una señorita,
dos copas
y un champan
con un mantel de liza
a media noche.
Arribo la mujer
con una linda sonrisa,
con su broche
a medio pecho
y una mascada rojiza
que se le deslizaba
por su elegante escote,
y mientras yo veía
toda esa belleza,
su carisma
era el acto principal
de aquel orbe,
el mesero tomaba
las copas y nos decía
dama y caballero,
buen provecho.
Las velas eran tenues
reflejadas en el lecho
de aquella señorita,
sus ojos
como dos luceros
que servían de guía
a mis labios
para encontrar los suyos,
una boca muy rojiza
pero llena de encanto.
Paso la noche
y nos encontramos
sigilosamente bajo el mantel,
rosaba una parte de su cuerpo
con ese olor a miel,
ella suspiro y me dijo
estoy hospedad en aquel hotel,
mi suspiro
le dice a usted
que estoy agotada,
¿me acompaña?.
Solo una calle
nos separaba
del encuentro,
abrio su cuarto
y en la cama
había un letrero
de bienvenida,
me tomo de la mano
y destrozo mi camisa,
me destrozo la idea
viril y banal
de la pasion
en todas sus caricias,
y en toda la acción
esa señorita
se clavo en mi corazón.
Hoy le llamo
al no encontrar salida,
al extrañar el colchón
de aquel hotel,
de aquella habitación,
y si alguien ha visto
a una señorita
con un fino escote
y una mascada rojiza,
avise por favor