Gramática de los Huracanes

Rompo los diccionarios que vigilan el género de la luz,
los artículos que cazan neutros en las rendijas del verbo.
No más los devorando archipiélagos enteros,
no más ellas como jaulas de ortografía muerta.

Somos sastres del lenguaje, tejiendo pronombres nuevos
con hilos robados a la boca del volcán.
Cada elle es un puente sobre el abismo del siglo,
cada nosotres, un fogonazo de futuros posibles.

La RAE tiembla en su cama de latín fosilizado:
sus reglas son muros que nuestro viento derrumba.
¿Acaso no fue el castellano un lobo mestizo
que mordió el árabe, lamío el náhuatl, orinó en el francés?

Inventamos desinencias como armas de creación masiva,
la x que estalla en las aulas, el @ que fecunda los carteles.
No pedimos permiso a los guardianes del acento:
plantamos nuestra sintaxis en las grietas del canon.

Nuestras palabras son niños que juegan con fósforos
quemando los letreros de Señores y Señoras.
En cada tilde rebelde, en cada vocal herida,
late el corazón salvaje de una lengua que se desnuda.

Dicen que violamos el idioma, pero mentira:
lo liberamos de la jaula de sus géneres binarios.
El español no es museo, es selva en llamas,
y nosotres, sus jaguares escribiendo con las cenizas.