Sabores perfumados de inocencia,
Salpicados con la lógica de sabios;
Las chusmas colgando de ventanas
Con novedades comulgadas
Como en cuentas de Rosario.
Mezcla rara el vecindario,
Maipú y Humberto Primero,
el encuentro de dos calles
Y los “hombres” de mi barrio.
Con calzadas y aceras dibujadas
Por un antojo del cielo,
y los caprichos del diablo;
baldosas flojas, barro y piedras,
de los tilos y las flores arraigadas
en el arcón de tu suelo.
Insinuadora de juegos,
La Rayuela, payanas, bolitas,
La guerra con barro en la lluvia,
San Juan, San Pedro y el fuego.
Ochavas que sirvieron de testigo
a travesuras de niños,
la formadoras de sueños;
donde aún flaco y lampiño
lucí el primer largo;
la cita con una mina,
mí primer mate amargo.
Con su piso vainillado
el sirviera a mi viejo
Alertarnos su llegada,
Los cigarros quemados arrojados
….casi enteros.….
Los murmullos apurados
disimulo y desconsuelo.
Lugar de reuniones que obligaban;
con las horas prefijadas,
Donde opinaban los grandes,
Y los chicos escuchaban.
Silenciosa confesora
con amores agrandados
y entreveros inventados.
Púber fanfarronada,
de machos luciendo cortos
y del poderío largo.
En la pared de tu ochava
robé mi primer beso;
encontré mi primer cava;
fuiste testigo mudo,
de mi mano en un escote
Y permaneciste callada
como gozando el reproche.
Palco preferencial disputado
de desfiles militar terminados;
Fuerzas Castrenses revolucionarias
con mujeres y chicos evacuados.
Soldados dados de baja
Y nuevos uniformados.
También fuiste la trinchera
En aquel setenta y cinco,
Por la guerrilla, la guerra
Conmoción de nuestra era.
Aluvión. Abril del Ochenta…
te tomaron de barrancas
Las aguas que te inundaron;
Y te dejamos muy sola
hasta que ellas bajaron.
Después de los treinta y pico
visitando a mis viejos
Vuelvo a tañer el caño
es el único que queda,
han pasado muchos años.
Hoy tan solo el recuerdo
Acude a la nueva cita,
Estamos todos muy lejos
Son las cosa de la vida.
Edgardo Ruiz Beldarrain