Se retuerce en mis manos tu sombra,
mientras todo el tiempo que fuiste mía
muy indiferente placidamente dormía,
ahí abajo nuestro en la oscura alfombra.
Es hora de partir nuevamente ahora;
nada impedirá ni los llantos a mares,
siempre ocurren despedidas similares
es la muerte pequeña, la otra se demora.
Esa que es danza hueste del cementerio,
el cotidiano que a pesar causa misterio,
onerosa genuflexión me dan señales.
El viento imprudente mi ocaso delata,
no solo él, también los hilos de plata,
pues cada muerte pequeña son puñales.
Autor: Alcibíades Noceda Medina