Entre tú y yo
un abismo, una montaña;
sé que estás ahí,
me dicen las avecillas, las flores:
estás del otro lado de mis obstáculos.
Estoy solitario, desesperado,
entre la ineficaz multitud que me rodea.
En mil kilómetros a la redonda
he buscado la solución a mi problema:
no hay más respuesta a esa interrogante
una montaña y un abismo nos separan.
Nadie sabe de ti
y me preguntan por qué te busco,
no sé la varacidad de mi respuesta;
pero sigo buscándote.
Cuando nadie puede ayudarme,
grito tu nombre a fuerza de garganta;
pero parece que la montaña tiene oído y voz:
me devuelve tu nombre, tenebroso y escalofriante,
y soporto su burla
y sigo gritando en la obsesión, en mi impaciencia
ella parece reírse de mi locura,
obstaculizando el viaje de tu nombre
y se colma la paciencia de mi alma,
río y lloro en mi delirio,
mas tú no puedes ni escucharme.
En medio de mi locura
pude vislumbrar una decisión:
saltaré con las alas de mis esperanzas
venceré al abismo
y pisotearé a la montaña
Pero mi salto fue insuficiente
y rodé a sus plantas.