Érase un naranjo todo florecido
que en la primavera muy suave me habló,
agachó su copa y susurró en mi oído
y como de un sueño así me despertó.
Me dijo que el alba se posó en sus hojas,
fue como una novia luciendo el azahar,
se pobló de aromas y de mariposas,
perfumó la tarde y alegró el hogar.
Me dijo que un día la ley de la vida,
cambió su blancura por todo un verdor,
de redondos frutos,fue aquélla una herida,
que el pobre naranjo casi ni lloró.
Ésas eran sus flores cómo las amaba,
fueron desprendiéndose en un suspirar,
pero sin embargo no bajó los brazos
y a sus naranjitas comenzó a mimar.
Y así como el árbol aprendí de pronto,
lo que significa llegar a crecer
es tener las flores y luego sus frutos,
no sentir el miedo de dar y perder.
Érase un naranjo todo florecido
que en la primavera muy suave me habló,
agachó su copa y susurró en mi oído
y ésta su enseñanza a mí me dejó.