Cargo un anillo
que por millares pesa,
precioso para unos
y simple para otros.
Muchos lo quieren tener,
les gusta el brillo dorado
pocos huyen de él
rechazan el metal complicado.
Camino con él,
con el deseo de darlo
o lanzarlo lejos
para mirar a otro lado.
Mas no puedo hacer
eso con este tesoro
que muchos anhelan
y ninguno detesta.
Todos lo quieren tener
a su lado por si acaso,
un día el sol brille
con destellos cansados.
Vivo con esta reliquia
forjada por los maestros
y con las jornadas pasadas
las noches me llaman,
en las noches no duermo
mas observo el anillo
por un lado y por otro
en busca de un camino
busco una pista,
un atajo o un sendero,
una brisa que oriente
los pasos del presente..
Pero por las quebradas marcho
con huellas humeantes
y veo los nichos abiertos
cual castillos amenazantes.
Espectros con una daga
deseando mi llegada,
princesas como rosas
o viejas con manzanas.
Por eso me alejo
de las villas y poblados,
de los cascos de caballos
huyo cual rayo.
Un anillo que todos quieren,
un brillo que todos ansían,
un poder que yo detesto,
una luz que ni siquiera veo.
Después de tantas desventuras
abajo está el fuego,
donde el anillo creado
puede ser aniquilado.
Dudo que sea mi deseo,
ni tampoco la manera
de cambiar las cosas
con final mejor del que poseo.
Miro el anillo
me gusta su textura,
su color y su finura
pero este miedo
que me arde dentro,
ese fuego que deseo
y a su vez detesto,
me mata por jornada pasada.
Si el anillo arrojo,
pierdo cuanto conozco,
y me embargo a un mundo
de esclavos y escombros.
Si el anillo me quedo,
cargo con el lastre
atravesando fronteras y sueños
que se repiten de nuevo.