A orillas del mar y mis pies desnudos
sobre la fresca y suave arena,
admiro la luna naciente a la lejanía,
sobre las montañas de azules aguas mecidas,
de ese mar majestuoso e impetuoso
cuyas olas rompen en mil brotes,
ofrendando dulces arrumacos a la orilla,
en la paz del anochecer que se avecina,
bajo un manto de celeste cielo,
adornado por nubes blanquecinas.
Es un glorioso espacio de inmensidad,
que baña mis soñadoras pupilas,
desde aquí, desde donde te observo.
Bendito lugar de paz y avenencia.
¿Qué puedo pedirle a la vida,
ante tanta semblanza y hechizo?.
Paz y deleite junto al arpegio
del ilusorio canto de sirenas,
lluvia de gotitas saladas salpican mi rostro complacido.
Ante tal magnífica dimensión,
que puso la mano de mi Dios. Mecha Foderé