Las cerveras se marchitaron en aquel jarrón,
la última rosa en sus manos,
el suelo se llenó de pétalos
y el amor murió,
pero renació el individuo.
Acaricié su piel suave
y acabé inexplicablemente
con las manos llenas de espinas,
los lunares de su cara
eran mi visión preferida,
en sus ojos de luna
encontré mis mejores noches,
dejé que su boca
guiase mi destino.
Las estrellas nos miraron con envidia
después de hacer el amor,
el mar en el que nos bañamos
se paraba para oír nuestras risas,
yo era para ella,
ella era para mí,
el mundo era un espectador trágico. . .
No sé que pasó,
aquello era bueno
y por lo bueno hay que luchar,
no fui yo quien se rindió,
si algo merece mi tiempo
no tengo miedo,
lo apuesto todo,
hoy solo son recuerdos,
a estas alturas. . .
qué más da,
tal vez un día vuelva a regalar flores. . .