Va cayendo la noche, la bruma,
ha bajado a los montes el cielo.
Una lluvia menuda y monótona
humedece los árboles secos.
El rumor de sus gotas penetra,
hasta el fondo sagrado del pecho,
donde el alma, esconde dulcísimo,
Su perfume de amor y recuerdos.
¡Qué tristeza de vagos misterios!,
en sus nieblas heladas esconden.
Esta tardes sin sol ni luceros.
Y las penas glaciales se ocultan.
En las tardes de rosas y brisas,
los dolores se olvidan, riendo,
¡Cómo cae la bruma en el alma!
Tras los ojos radiantes de fuego.
Cuando el frío desciende a la tierra,
inundando las frentes de invierno,
se reflejan las almas marchitas,
a través de los pálidos cuerpos.
Y hay un algo de pena insondable.
En los ojos sin lumbre del cielo,
y las largas miradas se pierden
en la nada sin fe de los sueños.
La nostalgia, tristísimo, arroja
en las almas su amargo silencio,
Y los amores se duermen soñando
con ladrones y lobos hambrientos.
Los jardines se mueren de frío;
en sus largos caminos desiertos.
No hay rosales cubiertos de rosas,
no hay sonrisas, suspiros ni besos.
¡Como cae la bruma en el alma!
¡Perfumada de amor y recuerdos!
¡Cuantas almas se van de la vida!
¡Estas tardes sin sol ni luceros!
Copyright © 2010 - Ramiro Álvarez Cedeño.