En esta densa habitación
En la que se encierra
El aire es cada vez más denso
Y mientras oigo llover
Sus ojos,
Desde entonces tan muertos,
Me huelen a formol.
A su vieja figura,
Agrietada por el vino,
Le pesa el alma.
Nada vale.
Ya nada le sirve,
Ni las guerras,
Ni los sueños,
Ni siquiera esa lágrima.
Ya nada le sirve,
Ni esas promesas al viento,
Ni las patadas a los naranjos en flor
Cuando aun era un niño.
Ya nada le sirve.
No le sirven estos versos,
que le dedico mientras le observo.
No le sirve el primer beso.
Y tras la puerta,
Tras aquella puerta
Como un largo día,
Que pasa muy lento
hasta llegar a consumirle el alma
Oye llover.
Aquella noche estuve allí
Oí romperse una botella.
Se paró el reloj.
Afuera aun le espera
Su Sevilla
Su canción
Su primavera.