Dibujante de mañanas,
ilusión ausente en el avión
ilustres libros abiertos
por culpa del viento;
jinetes apocalípticos
postrados en los arrecifes
que se acuestan en la ducha.
Sueños perennes vertidos
en un cofre de deseos.
Un helado en la caída del invierno
y sus lágrimas recitando
charcos en los reflejos
del asfalto.
Historias divididas
en la azotea del invierno,
sus hojas delincuentes
abogan a los pantanos
a escupir los peces
que se duermen con las tormentas
que entre ecos
componen una melodía
de colores.
Ojos apaches incineran el fuego
que se alimenta de la chimenea ,
en esas noches que el frío de afuera aprisiona los dedos
y no te deja escribir
una canción de amor.
El río, río abajo,
donde el ombligo
se convierte en un lago,
donde las tristezas
aguardan la sed del lobo
y el oso perezoso
duerme en las montañas
y el colibrí vuela
por encima de las tejas
elaborando su nido
en las ramas que crecen
al lado de los ojos.
Abro el libro por la mitad
sus rayos y centellas
y sus olores, azufre, seda ,
jardín botánico arde
a la coz de un rayo.
Y el invierno se atrinchera
donde el pensamiento
divaga con la austera soledad
arrancando del pecho
los seísmos del miedo.
Duermes en un cajón
de cartón
con una estaca de regaliz
y una bolsa de pinturas,
dibujas en su interior
ese océano de carbón
que pierde su brillo
por el calor,
dibujas ese nido de escultor
para esconder
tus manos de papel.
Dibujante de mañanas
te alejas de la luz
como una estrella
en el espacio.
te marchas con huellas
de alquitrán
por los re codos
de la ciudad.
Y cuando crees que el mundo duerme
plantas arboles de coral
en los arrecifes de la almohada.
Predices las horas
de un átomo,
el uranio que navega
por las orillas del río,
cuentas los secretos
que separan a las gentes,
abrazas el destello
de las guerras
el río de color rojo
que siembra lo inerte,
predices las tormentas
en las hojas
de los cómics.
Y el héroe se camufla
de serpiente
en un acuario de peces
y pasea sus maletas
por las calles
abrotoñada en bolsas
de un gramo
y juegan a la suerte.