Mi primavera quinceañera
fue tan sólo una quimera.
A penas comenzaba
que ya estuvo terminada,
En un soplo de viento me fue arrancada,
sin conocerla, sin realizarla.
Era frágil, dulce y buena,
más demasiado sincera.
Me dí a conocer incauta,
me cortaron las alas.
Entregué todo lo que tenía
me despellejaron viva.
Seguí creyendo en la dicha
me contaron más mentiras.
Inocente me creía sus críticas e injusticias
Pensaba que merecía todo lo que me hacían.
Dí a luz una hija,
a pesar de sus torturas
psicológicas y físicas,
del engaño, abandono, traición,
todo a costa de mi vida.
El odio no es la solución,
el rencor no puede matar el espíritu.
Convierte una historia en un drama.
una desgracia, sin esperanza.
Más esa historia, no es la persona odiada.
Esa historia malograda, desgraciada,
es del odio del que odia,
aunque este se crea, que es la otra la acabada
le pertenece a él, no a ella.
Qué pérdida de energía para el que odia,
y para el que lo recibe, si se identifica.
Más hoy en día, el odio se queda atrás
no tiene ya más lugar
porque es el tiempo de amar
y de muy alto volar.
24.10.2005