Lealtad, esférico lugar;
molinos de viento escupen
hojas de racimo
que trajo el invierno
mientras espero de pie
en este sembrado espinoso.
Jadeo, misericordioso amuleto;
abriga al oso
que llevo dentro,
mis ojos llorosos
ríen a los sueños
cuando estos llueven desde abajo,
más adentro del cuerpo
donde el vino
se invierte en celos.
Recopilo, deseo efímero;
desisto ante este viento
que envuelve los secretos,
disfraza los miedos
en un antifaz de esperpento,
arruga las manos
cuando el río helado
arde ante los recuerdos.
Rendido, sinuoso laberinto;
palabras que anidan
sin lealtad al viento,
desaparacen en la oscuridad
del mismo respiro,
ese respiro tenue
internado en el beso
de quién busca la verdad
en un charco de dulce vino.