La noche estalla furiosa entre zarzales
y zozobra, las madreperlas duermen
en sus sueños de oscuridades
donde no cabe nada mas que la espera.
Desligo, de mi mente rabiosa, pensamientos
retadores que me atenazan
y sacuden mi ser como un cristal,
frágil y duro a la vez.
Cautiva entre paredes hechas de lujuria
el velado de la soledad insta al desequilibrio
y cruza el paraíso de la inocencia
iniciando manos sin experiencia.
Conmemora lo sucedido un fuerte viento,
la libertad es un instinto perseguido por el desencanto
que lacera a la existencia, aferrándose a ella
como un fiel perro acalora a su amo por su solo tacto.
Con su cuerpo color de fuegos encendidos
se convierte en cenizas postergadas de gemidos
que de sus labios brotan como cristales hechos añicos
y sacuden mi ser y fabrican mi odio.
Crucifican mis ojos las angustias de sus pechos
inocentes, que por unos cauces de sombras
van dejando una huella, como un susurrar de hojas,
hasta que todo haya concluido;
que sólo quede recuerdo para el olvido.
Entonces, solo entonces, los veremos
entre las sombras de los sedientos ríos,
entre las nubes que se filtran por los suspiros,
entre la sangre de un verso derrama en sus ideas,
o en los besos sin huella que se quedaron quemando
por dentro porque sus padres no pudieron dárselos.
en tanto,
…No hemos de hallar un sentido al desamparo
o un requiebro al gemido del viento.