Los árboles cantan o lloran su naturaleza,
en la desierta arboleda la luna tropieza
por las depavoridas nubes por torpeza.
Mientras camino ocurre sobre mi cabeza.
El cielo rojo llover por ahora se niega,
a pesar que el trueno en la nube reniega,
es desolación, las plantas nadie la riega.
Apuro la marcha en la oscura noche a ciega.
Entre ramas secas voy abriendo brecha,
falta una chispa para encenderse la mecha.
Los cantos de los pájaros parecen endecha,
anuncian carencia, pues no habrá cosecha.
Los cerdos se refrescan en el último lodo,
mas puercos que nunca bañandose a su modo.
El relámpago a veces alumbra los recodos,
yo en la oscuridad aterrizo sobre los codos.
Llegue al hogar atenuado y medio desecho,
un estruendoso rayo iluminó el barbecho,
quede atontado del ruido casi nada escucho,
cae agua bendita y dejé caer sobre mi pecho.
A mi amada, en medido la lluvia la llamo,
muy sonriente semi-desnuda ella se asomó,
invitándome a bailar, de mí se encaramó,
empapados los cuerpos en la lluvia se amó. Autor: Alcibíades Noceda Medina