Señor, ella me quiso; pero muy a su modo,
me dio una probadita de su amor solamente.
Yo en cambio, Tú lo sabes, Señor, se lo di todo;
pero puede decirse que no fue suficiente.
Alguien, no supe cuándo, vino a sembrar cizaña.
Yo la quería tanto que jamás me di cuenta
y cuando uno ama tanto muchas veces se engaña
y se vive en un mundo que uno mismo se inventa.
Y en mi mundo ella era la mejor, la más bella,
la belleza suprema, la más dulce de todas.
Era del firmamento la más brillante estrella,
la que todos los hombres quisieran en sus bodas.
Pero poco a poquito su luz se fue apagando,
el calor de sus besos se llenó de tibieza
y así fueron creciendo como de contrabando
la sospechas del alma, las sombras, la tristeza.
Yo la quería tanto, Señor, y sin embargo
cada vez su rechazo fui sintiendo más fuerte.
Su dulzura cobraba cada día el amargo
de la hiel y sus besos el sabor de la muerte.
Hasta que una mañana se fue sin despedirse,
sin un adiós, sin nada, ni el más simple mensaje
y me sentí lo mismo que el bajel que al hundirse
ni siquiera trastorna de la mar el paisaje.
Yo no quise buscarla pues tanto la quería
que respeté su misma decisión de marcharse
y si vuelve conmigo, la espero todavía,
que a nadie me daría como ella supo darse...
Heriberto Bravo Bravo SS.CC
Nunca habÃa leeido algo que me calara tan hondo el alma,escribes muy bello,además me identifico mucho con tu poema SIGE ASI!!!!!!!!!!!!!!!!!!