Dicen que naciste al alba,
la que dá luz,
la voz rasgada,
profunda,
la luna en su pecho,
el sol en sus ojos.
Era un sueño,
la cima de una montaña,
inalcanzable,
el sueño lejano,
de algún dios lejano.
Tuve miedo,
del eco de mi voz al pronunciar su nombre,
tres días en vela,
buscándote por aquél vagón,
esperanzado por el reencuentro,
ansioso,
por saber de tí,
cosas que no me atrevo ni a pensar.
Mi alma en vigilia,
no la encuentro,
vivo sin sentido,
existencia plana,
pues para qué seguir viviendo,
si he bajado y subido,
del cielo y del infierno,
y aún no sé tu nombre.
Aquí,
enterrada está,
sin pena ni gloria,
la fé que tengo en volver a verte,
el deseo por escucharte,
el deseo de conocerte,
y aún no se tu nombre