No me des, yo te lo pido
hermano, hermano mío en Cristo,
esas palabras divinas que complacen
y que tanto solazan tu alma pulcra.
Necesito de ti, de ti yo sólo necesito,
tu generoso amor de hermano.
No censures, no acuses, no fustigues.
Yo prefiero ver en ti al Cristo
que es mi hermano y que es tu hermano,
el que sólo exoneró a la clase altiva, a los bien considerados de ese entonces.
¿Piensas que tanto, las cosas han cambiado?
Siempre me encuentro sorprendido
por la clara distorsión que se produce
cuando a unos o a otros se refiere,
el error, la falta o el pecado. Pero nadie se da por aludido...