Los días son mucho más bellos
desde que llegaste a mi.
Qué excelsas sinfonías,
qué cúmulo de alegrías
atesora tu sonrisa,
fresca y suave cual la brisa
en una tarde de abril.
Las horas son más dichosas
cuando las paso a tu lado.
Cuántos años he esperado
antes de encontrarte al fin;
eres mi sueño anhelado,
como una alfombra de rosas
perfumando mi jardín.
Las noches son más serenas
desde que sueño contigo;
mis quietas noches las llenas
con tu imagen en mi mente.
Te amo así: ¡completamente!
y las estrellas son testigos
de que sólo cosas buenas
has traído a mi camino.
Mi vida se ha enriquecido
con la luz de tu presencia,
transformaste a mi existencia
de soledad, en un nido
en el que todo lo vivido
pierde de pronto su esencia,
esfumándose en el olvido.
Eres el faro que guía
mi nave hacia tu bahía,
eres la estrella que marca
en la noche mi derrotero;
¡eres la mujer que quiero!
la que olvidar no podría,
el timón que da a mi barca
su curso firme y certero,
mi manantial de poesía,
mi cariño verdadero,
¡la dueña del alma mía!-
Eduardo Ritter Bonilla.