Empezaba a despuntar el día,
y en el horizonte se podían apreciar
los primeros rayos de sol,
en el cielo se oían
las bellas y armoniosas melodías
de los jilgueros,
las flores se abrían de par en par,
para saludar el nuevo día,
que estaba a punto de comenzar.
Empezaba a despuntar un nuevo día,
cuando yo a ti te conocí,
debajo de una encina,
de mi bella y hermosa tierra extremeña;
te vi triste y llorosa,
y con intención de consolarte,
a ti yo me acerque,
y te pregunte:
¿ por que lloras niña linda?,
¿ por que lloras niña hermosa?,
¿ quizás males de amores?.
Si es así,
¡ no llores mas hermosa niña!,
pues no vale la pena,
llorar por alguien,
que no te quiere,
y te hace sufrir.
Despacio y con suma delicadeza,
te coji de tu brazo y te levante,
y en la orilla de un riachuelo,
que por allí pasaba,
lave tú cara,
y seque tus lágrimas,
y al ver tu hermoso rostro reflejado,
en sus aguas claras y cristalinas,
de ti yo me enamore;
y entonces te dije:
¡ no llores más niña linda !
¡ no llores más niña hermosa !,
pues aunque soy pobre,
y no poseo oro, ni plata,
tan solo una humilde choza y mi trabajo,
todo lo pongo a tus pies,
si conmigo tu,
la vida quisieras compartir,
pues aunque no soy rico materialmente,
tendrías todo mi amor y mi corazón.
Así fue como tu te viniste conmigo,
a mi humilde morada,
entramos dos y salimos tres,
fruto del amor que surgió entre los dos.
Debajo de una encina,
triste y llorosa a ti yo te conocí,
me acerque a ti
con intención de consolarte,
y de ti yo me enamore,
desde entonces,
¡ nunca más !,
yo de ti me volví a separar,
y si dios quiere,
junto a ti,
a mi me gustaría,
pasar el resto de mi vida.
AUTOR: Fernando Pérez Rodríguez