La flor de la felicidad

La que cada día con amor  debemos de cultivar,

 con besos, caricias y algunas cosas más regar,

para que no se nos vaya a marchitar.

Más si alguna vez se nos marchitase,

en nuestro corazón semillas debemos de tener,

para de nuevo poder sembrar,

porque nadie nos la debe de arrancar,

aunque a veces lo quieran intentar.

Así cada primavera de nuevo florecerá,

 a la próxima nos ha de llevar,

Esa hermosa flor llamada felicidad,

que en nuestro interior habita

con la ilusión resucita.

La verdadera felicidad no ésta en lo material,

si no en lo espiritual, de nosotros dependerá

que de ella, toda nuestra vida

podamos disfrútala.

Eutikio Martínez 31-10-2010