Así fue.
De tan diminuto y desnudo no pude hablarte.
Miraba el desfile de carrozas en romería,
danzando por tu pelo y el fruto bailando en tus labios, y
me sentí más pobre que el silencio mudo.
Vi tus brazos enormes como redes,
ciñendo al archipiélago de los besos deseados,
tendido hacia mi país sombrío.
Vi reír al polvo y la piedra en tu sonrisa, y
el elástico brazo de tu cabello al viento.
Se me eclipsó la luz deshojada,
cuando tu mano abierta en oferta,
llegó a mi rostro con pudor de caracol desnudo, y
ojos de luciérnaga deslumbrada.
Se deshizo tu voz, como el grano de arena en la pleamar, y
de tu boca de rocío hacia fuera,
como abanico me vibró el oído, desde tu pronunciación.
Ven, pobre y honroso hombre,
la riqueza que ansío y mi afán de codicia
Es el sabor de tu beso vivo y calmo como la tierra, y
La compañía en el camino, de tu brazo en rama.
La abierta mirada con tus ojos de campo.
¡ Ojos míos ¡ Donde quiero navegar, y
dormir lacerando tu sueño.