Sobre el corazón he puesto
mi mano temblorosa,
para que no escuche
la serena noche,
el inquieto latido que
tú recuerdo en él
provoca.
Cuando me dijiste que tu amor
para mí terminaba,
sentí el frío de un puñal
destrozando mis entrañas.
Mi espiritú se lleno de ira
y mi corazón de desconfianza,
entonces comprendí lo mucho
que de amor se llora,
cuando la muerte lo alcanza.
Me heriste, sellando con
un beso tu tranción,
pudiste fingir un amor
que tus acciones desmintieron,
no entiendo tus te quiero
Pero me he de arrancar el
hierro candente de tu recuerdo,
porque no quiero continuar
por quien no lo merece
este sufrimiento.
Mercedes del Pilar Reyna Camacho