Cuando estaba solo, mi suerte se fue contigo,
en tu ausencia mi vida se quedó a la deriva,
tal vehemencia me criticaron mis amigos.
El descontrol y la desazón, casi me derriba.
Mis versos eran un sin número de borrones,
de mis yerros el mundo entero se burló.
Mi mente soñadora oscureció negros nubarrones
la ausencia del lucero en el cielo, me desoló.
Cuando cae la noche salgo como lobo herido,
buscaba consuelo aunque sea por la luna llena.
Cual fantasma por la noche ambulo despavorido,
elevando mi plegaria, que me libere de la condena.
El Hacedor escuchó mis ruegos y, de mí se apiadó,
ahora ya siento nuevamente mi alma en el pecho.
También en la distancia con clemencia te cuidó,
ahuyentó de entre los dos, el desamor y despecho.
Lo que ya no era nada, vuelve a ser otra vez toda,
el árbol de otoño se cubre con nuevos follajes.
Menciono, la desdicha y la gracia, a manera de coda,
en versos proyecto, en poema finalmente encajé.
El epílogo que escribo es de anteriores pasajes,
que fueron fragmentado en malogrados sonetos.
Esto apena entrevero, pues no me ampara mi linaje.
Soy plebeyo, es mi verdad, no lo digo por modesto.