En un cuerpo de mujer
suave, tibio, delicioso,
Dios acomodó a una Reina
que es la dueña de mi ser,
con el rostro más hermoso.
Y como toque final,
digna obra del Creador,
le dio el tono magistral
de un corazón sin igual:
dulce, bello y generoso.
Esa mujer es mi amor,
el ser bello y primoroso
que me brinda su calor
y el sin igual esplendor
de un corazón amoroso.
Jamás la voy a dejar
¡ángel bello y cristalino!
con un corazón azul,
valioso como oro fino
que contiene en su mirar
a un lago tierno y divino.-
Eduardo Ritter Bonilla.
Viernes 04 de Septiembre del 2009.